A estas alturas de la vida me siento primitivo en cuanto a tecnología se refiere. Desde niño me interesan las computadoras. Esto en una época donde los niños simplemente no tenían nada en común con las computadoras. La situación provocaba que muchos adultos se sorprendieran de mi facilidad para aprender algo que ellos consideraban tan complicado. ¿Cómo podía un niño de primaria manejar algo tan complejo como una computadora?
Cabe destacar que hablo de los ochenta, cuando las computadoras no tenían la capacidad de mostrar dibujos o fotografías en su pantalla. Los monitores únicamente mostraban texto en blanco y negro, aunque en ocasiones también en verde y negro o ámbar y negro. No había un mouse ni un ambiente gráfico que facilitaran el trabajo. Había que memorizar una serie de comandos o renunciar a utilizar la computadora.
Hoy, por supuesto, que un niño sea bueno para utilizar la tecnología no tiene nada de raro. Millones de niños alrededor de todo el mundo utilizan dispositivos como celulares y tablets para jugar, comunicarse y entretenerse. Incluso yo, una persona a la cual siempre le halagaron su habilidad informática, con frecuencia debo pedirles ayuda.
No sé muy bien cómo se utilizan las aplicaciones más populares, y es común que mis estudiantes me expliquen sobre funciones que ni sabía que existían. Estar en esta posición es extraño, pero yo me lo he buscado. Soy muy aferrado a las cosas con las que me tocó crecer, un signo de que estoy envejeciendo.
Confieso que nunca me han gustado mucho los teléfonos inteligentes ni las tablets. Siento que apenas ayer los inventaron y me ha costado aceptar la idea de que es lo que la gente usa. Creo que en ese sentido me he transformado en un fósil informático, ya que aún prefiero las computadoras de escritorio.
Muchas de las cosas que todo mundo da por hecho hoy en día me llegaron como noticia en su momento. Para poner un ejemplo sencillo: la papelera de reciclaje. La primera vez que la incluyeron fue en Windows 95 y no le encontré ningún sentido. La idea es que, cuando borras un archivo de tu computadora no se elimina definitivamente, sino que se va a este “espacio temporal”, para recuperarlo en caso de que te hayas equivocado al borrarlo.
No comprendía el concepto: ¿por qué querría que, cuando borro algo, en realidad no se borre? Me parecía una opción para gente torpe o insegura. Sentía que yo no la necesitaba porque controlaba lo que hacía a la perfección, por lo que no eran necesarias semejantes consideraciones. Claro que, han pasado los años, y ahora me parece una buena idea ya que no estoy exento de cometer errores y me ha salvado de varias burradas.
Pero me resistí durante mucho tiempo a usarla. Tanto así que llegué a desactivar la papelera de reciclaje de mi computadora. Incluso el nombre “papelera de reciclaje” me parece aún repulsivo. ¿Quién le dice así a un bote de basura? Nadie. Absolutamente nadie.
Los smartphones me parecen herramientas útiles para comunicaciones breves, pero pienso que una computadora de escritorio como el equipo serio en el cual se trabaja de verdad. Sin embargo, esta distinción ya no es así para las nuevas generaciones, quieres a veces basan el 100% de su vida digital alrededor de sus teléfonos. En ellos hacen sus tareas, platican con sus amigos, realizan actividades creativas y juegan.
¿Por qué alguien disfrutaría teclear en una pantallita del tamaño de una baraja? Este es un verdadero misterio para mi. El tortuoso teclear en pantalla de smartphone es insoportable para mí. Es casi una tortura china y lo evito en medida de lo posible. Los teclados de computadora tienen el tamaño de mis manos, y escribo mucho más rápido y con menos esfuerzo en ellos.
Pero muchos jóvenes me comentan que para ellos es precisamente lo contrario: escriben mejor en teclas de tamaño hormiga. Esta es una paradoja que supera a mi cerebro de australopiteco digital.
¿Quién vería una película en un celular? ¿Quién prefiere hacer streaming de música que tener los archivos MP3 en su computadora? ¿Por qué no les importa que Facebook tenga toda su información privada?
A veces pienso que me deberían poner en algún zoológico con una ficha que diga: “Este especimen todavía piensa que las tablets no son computadoras de verdad”. Las familias pasarían por enfrente de mi jaula y los niños me apuntarían con el dedo preguntando a sus padres qué animal es ese. Los padres les explicarían y los niños se llevarían la mano a la boca soprendidos. Sacarían su teléfono y empezarían a tomarme fotos mientras pienso: “Esa no es una cámara de verdad”.
Hola Miguel, me gusta mucho leer tus artículos, no podía mandarte mis comentarios. Todos me han gustado mucho. Te mando saludos y te deseo que sigas triunfando en todo lo qué haces.
¡Muchas gracias! Me cuesta trabajo leerlos porque me llega muchísimo Spam, pero agradezco todos los comentarios.
Las nuevas generaciones son mas chip-alienadas, ya no esperas que tomen un dispositivo y traten de hacerle un jailbreak más bien que se pongan a tomarse sel-fies con los nuevos filtros de snapchat, no cuestionan la tecnología carcelaria que les venden, pelean por cual marca es superior a otra. La privacidad no importa, entre más información entregue sobre mí a Facebook es mejor.
Si veo con decadencia como las nuevas generaciones interactuar pobremente a nivel usuario con la tecnología, no buscan experimentarla o comprenderla en sí, solo usar lo que les venden sin si quiera cuestionar el porqué.
Coincido. Lamentablemente están creciendo en una época donde así se les educa.