Algo que disfruto muchísimo de investigar es el trabajo de campo. Para generar información que ayude a responder mis preguntas académicas, o sustentar mis argumentos, necesito salir al mundo a entrevistar personas, tomar fotografías, observar acontecimientos y en general, interactuar con mi objeto de estudio. Esta etapa de la investigación ofrece muchísimas experiencias que jamás tendría de no transitar este arduo camino. El día de hoy quiero contarles un poco de por qué lo disfruto.
Este texto es parte de una serie sobre lo que me gusta de investigar. Mi plan es escribir uno de estos textos cada semana. El proceso de investigación es sumamente doloroso para mucha gente, al grado que se preguntan por qué alguien se dedicaría a esto. Constantemente hay memes sobre lo aburrido que son las clases de metodología de la investigación y que cómo es una materia “de relleno”. En cambio a mi me parece fascinante. Es la mejor forma que los seres humanos tenemos para obtener respuestas nuevas a preguntas viejas. Por ello quisiera compartir mis vivencias y transmitirles un poco el por qué me gusta tanto.
El trabajo de campo se llama así porque originalmente se realizaba literalmente en el campo. Especialmente en antropología, donde los investigadores se internaban en parajes nada urbanizados para estudiar a grupos humanos que vivían al margen de la civilización occidental. Hoy en día “el campo” puede ser cualquier parte. En mi caso ha significado casi siempre núcleos urbanos y lugares familiares para mi.
Empecé mi trabajo de campo por primera vez en 2010, cuando recién empezaba la maestría en estudios socioculturales del IIC-Museo de la UABC y apenas aprendía sobre este concepto. En mi caso, el tema a tratar eran los hackers, así que decidí asistir a los lugares donde normalmente conviven y a eventos organizados por ellos para conocerlos y empaparme de su cultura. Cabe destacar que no era algo completamente ajeno para mi, ya que tuve mi etapa hacker de joven, pero para ese momento me encontraba totalmente alejado y poco actualizado, de forma que muchas de mis ideas preconcebidas fueron cuestionadas a la hora de asistir al campo, y qué bueno.
Durante este proceso descubrí la verdadera de identificar un lugar, llegar como total desconocido y establecer contacto en un grupo que sabes si te dará acceso. Quizá me tachen de exagerado, pero es una verdadera agitación que trato de disimular cada vez cuando se abren las puertas y uno accede a información, conocimiento sumamente valioso.
En el caso de mi investigación que culminó con el libro “Sombreros blancos”, me tocó tomarme unas cervezas con hackers de Phoenix, Arizona, acompañar a un hacker por su traje limpio a la tintorería y a hacer algunos mandados en San Francisco, California y también que me cerraran las puertas a hacer preguntas y tomar fotografías en una pizzería de San Diego donde había una reunión de hackers.
Recuerdo cuando en La Jolla estuve buscando la pizzería Regent’s donde se haría esta reunión. Me detuve en varios lugares cercanos a pedir direcciones, y nadie sabía en dónde estaba. Una señora norteamericana de la tercera edad me dijo: “He vivido cerca de aquí toda mi vida y jamás he visto esa pizzería”. Cabe destacar que fue en una época antes de Google Maps en el celular. Cuando por fin encontré el lugar, vi a tres personas sentadas en una mesa y me acerqué con ellos: “Oigan, estoy buscando…”. Uno de ellos me interrumpió: “Sí, somos nosotros. Todo mundo que llega con esa cara nos está buscando a nosotros”. Era una reunión 2600, las cuales se realizan los primeros viernes de cada mes en diferentes partes del mundo.
En esta reunión se come, se bebe y se habla de los últimos proyectos en los cuales cada quién está trabajando. Se comparten pasiones y se discuten también asuntos triviales. De la misma forma que muchas otras personas se reúnen para jugar dominó, o comparar sus motocicletas o simplemente salir de casa un rato. Solo que en estas reuniones el motor es el hacking. Uno de ellos me comentó que había colocado un micrófono oculto en una tienda, y podía escuchar todo lo que ahí pasaba desde hace meses y aún nadie lo detectaba. Otro de ellos descubrió que una empresa de remolque de automóviles transmitía números de tarjetas de crédito a través de ondas de radio, y los había escuchado desde hace semanas. No platicaban sobre esto para utilizar esta información para mal, solo lo comentaban como un logro personal, lo hacían solo porque podían.
Sin embargo, cometí un gran error en esta reunión, y tomé fotografías sin preguntar si podía. A muchos de ellos no les gustó esto, y me interrogaron sobre quién era. Les expliqué que acudí por un proyecto de investigación, y como era de esperarse no confiaron en mi y todas las puertas se me cerraron. No me corrieron, pero nadie quería ya responder mis preguntas ni contarme nada, lo cual es completamente comprensible: olvidé establecer confianza primero. Fue una lección que nunca olvidé.
También fui a una de estas reuniones en Phoenix, Arizona y el ambiente era completamente diferente. Mucho más amigable y abierto. Casi todo mundo llevaba su laptop e intentaban diferentes cosas en ella. Muchos sitios web estaban inaccesibles ese día. Uno de los hackers dijo: “¿Se dan cuenta que siempre que es día de reunión 2600 muchos sitios web no funcionan?”. Esto aludía al hecho de que, probablemente, cientos de hackers al alrededor del mundo estaban reunidos al mismo tiempo, y probablemente serían los causantes de tal destrozo.
Conocí también lugares fascinantes llamados hackerspaces, donde que son una especie de comuna o cooperativa, muchas veces abierta al público, donde todos asisten a trabajar en sus proyectos, organizar pláticas y talleres o simplemente convivir. Conocí, por ejemplo, uno de nombre Noisebridge en San Francisco, y posteriormente otro de nombre Rancho Electrónico en la Ciudad de México. La emoción de ubicar estos lugares por primera vez, tocar y ser admitidos es muy grande. Se siente uno como Indiana Jones en la primera escena de Cazadores del arca perdida.
Además, asistí a otro evento de nombre Insomnia LAN Party en Mexicali, que son reuniones regulares donde todo mundo lleva su computadora y se conectan en red para jugar videojuegos. Es un vestigio de otra época, donde el Internet era más lento e inaccesible y era mucho más conveniente reunirse en una sola ubicación con tus amigos. Aún hoy presenta muchas ventajas. Estas reuniones iniciaron a finales de los noventa, cuando la mayoría eran jóvenes de preparatoria y hoy en día casi todos son padres de familia.
En todos estos lugares conocí personas interesantísimas, y sigo en contacto con muchos de ellos. En parte porque tenemos aficiones similares.
En mi investigación sobre las galerías independientes que culminó con el libro “Fuera de la caja”, tuve que visitar muchísimas galerías en todo el estado de Baja California. Conocí a los principales galeristas, y los lugares. Me hice un panorama muy claro del mercado del arte y su funcionamiento en la región.
Gracias a esto me entero de nuevos proyectos, tendencias y chismes del mundo de arte regional. Ayer, precisamente, hacía una entrevista y cuando mencioné algo que me comentaron, mi entrevistada preguntó sorprendida: “¿Cómo sabes eso?”. Bueno, andando de metiche uno se entera de muchas cosas.
Para un artículo sobre la película “Touch of evil” tuve que recorrer y fotografiar con mucho detalle el centro de Mexicali y algunas calles de Calexico, California. Quizá esto no suene tan emocionante, pero lo es cuando quieres responder una pregunta que te intriga. Más adelante les platicaré sobre este artículo que se publicó el semestre pasado.
Como quizá queda claro, los temas de investigación que he elegido a lo largo de mi carrera tienen mucho que ver con lugares que frecuentaría incluso aunque no los estuviera investigando: instituciones culturales, centros de tecnología, galerías independientes, etc. Pero precisamente ese es el punto: son lugares que conozco, con los cuales estoy familiarizado, conozco sus reglas escritas y no escritas y puedo desenvolverme con facilidad en ellos. Sería un problema para mí hacer trabajo de campo en el mundo del deporte, o en el mundo médico, ya que me sentiría muy fuera de lugar.
Cuando uno investiga va con los ojos y los oídos bien abiertos. Trata de no perder detalle, observa cada movimiento, hace notas mentales, incluso toma fotos, video o audio. Posteriormente todo este material se analiza, pero esa es otra fase de la investigación.
Aún así, intento que esto no afecte mi disfrute personal del momento. Aparte ayuda a mi timidez. Mucha gente no cree esto, pero soy muy tímido. No puedo iniciar conversación con la gente porque sí, necesito un buen pretexto o motivo. Para mí, el trabajo de campo es el pretexto perfecto para hablar con personas. Es mi parte favorita de investigar.