Fui a tomar fotos a los festejos del cierre de campaña del PRI durante las elecciones estatales de 2007. Un amigo estaba trabajando en la campaña del PRI y aproveché para estar en todo el barullo y sacar entrevistas e imágenes. Al final del día, muchos jóvenes se citaron en el monumento a Benito Juárez. Pero el que más festejaba era un vagabundo.
La elección estaba reñida. Uno de los candidatos predominantes era José Guadalupe Osuna Millán, por parte del PAN. Baja California fue el primer estado donde un partido de oposición ganó una gubernatura, y ese partido fue el PAN. Desde entonces, todos los gobernadores han sido panistas. Es el partido que, históricamente, ha dominado el estado.
Pero algo amenazaba con darle la vuelta a la tortilla: extrañamente el candidato del PRI salía favorecido en prácticamente todas las encuestas. Se trataba de Jorge Hank Rhon, un extravagante empresario dueño de los casinos Caliente, y que presuntamente ha sido vinculado a actos delictivos y corrupción. El perfil de Hank es muy similar al de Donald Trump: un narcisista con mucho dinero, misógino, ignorante y estrafalario.
Su campaña fue controvertida, ya que dejó su puesto como presidente municipal de Tijuana para lanzarse como gobernador, algo que supuestamente está prohibido por la ley. Además, inició una campaña mediática impresionante, y contrató con altísimos sueldos a gente que le hiciera promoción. Como el color del partido era el rojo, le comenzaron a llamar “marea roja” a las avalanchas de personas que parecían apoyar a Hank en las calles.
El candidato derrochó dinero: patrocinó camisetas para rallys universitarios, comics hechos por dibujantes principiantes que querían publicar sus trabajos, mil eventos, artistas y un largo etcétera. Hank estaba dispuesto a comprar la gubernatura a cualquier costo.
En verdad todos pensábamos que iba a ganar. Lo digo desde mi experiencia dentro del Instituto Estatal Electoral, lugar donde hacía mi servicio social en aquel entonces. Me tocó ver los hechos muy de cerca, y los extremos a los que llegó Hank para conseguir su victoria.
Pero como dije, durante el cierre de campaña yo vi festejar a un vagabundo mejor que nadie. Bailaba y levantaba sus brazos al cielo como si deseara con toda su alma algo de lluvia. Arrastró un colchón hasta el monumento y ahí lo puso. Él fue una de las personas que entrevisté, y con la situación electoral actual, busqué ese audio y lo encontré.
Si alguna vez le han preguntado a un vagabundo la historia de su vida, es una de las cosas más tristes que puedes escuchar. Éste caso no fue la excepción. Primero le pregunté por qué estaba tan feliz por la casi segura victoria del PRI.
—Tengo treinta y ocho años y lo que yo quiero es que pierda el PAN —me dijo.
Mencionó su nombre (Álvaro), su alcoholismo y cómo frecuentemente los policías lo detenían, le quitaban su alcohol, a veces también le quitaban cien o doscientos pesos y que lo golpeaban con frecuencia. Él interpretaba esas agresiones como algo proveniente directamente del PAN, por eso quería que perdieran, gane quien gane.
—Esto es como una religión —prosiguió— yo quiero al PRI, al Partido Revolucionario Institucional, aquí arriba de esta tarima.
Le pregunté si votaba, y si siempre había votado por el PRI y asintió, pero se lamentó que siempre “le robaban los votos”.
—Sabes algo: los oficiales del Partido Acción Nacional me quitan ese voto, me quitan toda mi vida, me quitan todo y me pegan, me golpean.
—¿Y has denunciado? —le pregunté yo.
—No. Por miedo. Por que me esposan… Me esposan y me pegan. Mira cómo estoy golpeado —me mostró unas heridas y cicatrices en su cabeza—. Y no es esto, que tengo por fuera de mi cara… Eso es lo de menos. Lo que tengo adentro del alma contra el Partido Acción Nacional, es lo que más duele.
A pesar de todo, a pesar que se describió como “un wainito” y me dijo que llegó a vender droga en un picadero, ahora puedo entender el dolor de esta persona. Confieso que en su momento no lo entendí, no tenía los recursos, la madurez, la experiencia para comprender que esa persona estaba desesperada y quería una solución al dolor de su vida.
Aprovechó esa entrevista para desahogarse. Estoy seguro que poca gente lo escucha, y que la mayoría, también, lo trata mal. No estamos acostumbrados a pensar en la gente de la calle como seres humanos pero, por obvio que parezca, lo son. Habló de que tenía hermanos pero no les pedía nada “para no darles problema” y que tenía una esposa que se hizo policía.
—Me estoy quitando la máscara como de luchador —me dijo en un momento—. Me estoy quitando la máscara, la rompí, y la tiré, “a Chihuahua al baile”. Pero, ¿sabes algo? Yo quiero que [los políticos] sean derechos, pero nunca lo van a ser. ¿Sabes algo? Me han golpeado, me han quitado todo.
¿Cómo explicarle que Hank Rhon no da un comino por la gente pobre? ¿Cómo hacerle ver que Hank sólo busca su beneficio propio? ¿Será consciente de que, esté el partido que esté, los policías lo seguirán golpeando y todos lo tratarán igual que siempre? En su caso, el veía el votar como una salida, cuando nosotros sabemos que su situación no cambiará por el partido que esté en el poder.
Hank Rhon perdió las elecciones por un margen considerable. Fue una sorpresa para todos incluyendo el PAN, el partido ganador de la contienda. De nada le sirvió todo el dinero derrochado, todas las encuestan que lo favorecían, los miles de acarreados que tenía en las calles y los infiltrados en el instituto para ayudarlo a ganar. Los bajacalifornianos tomaron el dinero y le levantaron el dedo.
—Aquí nadie me compra un voto —dijo Álvaro cuando lo entrevisté, antes que supiéramos que perdería el PRI—. Aquí nadie me compra nada. Es por mi gusto y porque yo quiero. Porque yo no quiero que me sigan atacando, porque yo no quiero que me sigan golpeando y seguir estando demacrado de mi cara. Ya estoy poquito mal… Si soy alcohólico, ¿para qué me atacan si ya estoy mal?
Traigo esta historia a colación tantos años después, porque siento que es la situación que vivimos actualmente en México. El país votó por MORENA, el partido de Andrés Manuel López Obrador en cantidades abrumadoras. Este partido de reciente creación arrasó el país con la presidencia, gubernaturas, diputaciones, senadurías… Candidatos a diestra y siniestra ganaron. ¿Por qué?
El principal motivo fue el hartazgo de los pésimos gobiernos del PRI y del PAN que han gobernado el país desde 2000. Éstos han significado devaluación de la moneda, subida de los precios, pérdida del poder adquisitivo, autoritarismo, censura, violencia, asesinatos y un largo etcétera. La gente, simple y sencillamente, está harta y eso es totalmente comprensible.
Pero creo que están poniendo sus esperanzas en el lugar equivocado. Casi todo se basa en un hombre: AMLO. Leo a muchos de mis contactos bastante cegados ante la situación actual, y no toleran ninguna crítica a la que parece la última esperanza de México. Pero, como dije en mi post pasado: lo mejor que podemos hacer por los candidatos es criticarlos.
Hay gente que dice que AMLO “va a cambiar el sistema”, y que transformará el país. Muchas cosas más. Cada una de ellos habla desde su dolor personal, como Álvaro: ya sea la pobreza en la que muchos estamos sumidos, la violencia que nos afecta de maneras muy reales y dolorosas o cualquier otra experiencia personal. El dolor y el hartazgo el real. El sistema también nos golpea, como Armando, pero de formas diferentes.
En verdad quisiera estar mal. Quisiera estar equivocado y darme cuenta de que todas las promesas se cumplirán y la situación del país mejorará gracias a un presidente. ¿Pero quién tendrá el valor de rompernos el corazón para explicarnos que AMLO es tan solo una piececita en un sistema mundial que nos tiene jodidos? La desigualdad se acrecienta año con año desde hace décadas en todo el mundo, no sólo en México. Es el neoliberalismo el que tiene que cambiar, y eso no lo hará AMLO. Habrá mucha gente muy decepcionada este sexenio. ¿Cuál será la nueva esperanza?
Hay gente que defiende la alianza de MORENA (un partido de supuesta izquierda), con el Partido Encuentro Social (un partido de ultraderecha). Argumentan que AMLO sólo los utilizó como trampolín para cumplir su objetivo, y eso les parece honesto. Nada de ruido les causa. Ya mencioné otras cosas en mi escrito pasado, y cuando he discutido con algunos de los simpatizantes con AMLO, siempre hay una explicación a todo. Nada está mal. Como cuando los políticos defienden a su partido. Espero que suavicen su postura y puedan ser críticos con su candidato: el país lo necesita.
Armando siguió festejando después de mi entrevista, hasta la fecha me pregunto qué habrá sido de él. Uno de los motivos por los cuales estaba feliz ese día, me dijo, era porque “lo habían dejado ser”. Pudo convivir con muchas personas sin que lo discriminaran, al menos un sólo día. Se sintió aceptado como persona. La parte más reveladora de mi entrevista con Armando fue la siguiente:
—Quiero que me escudriñes en esta plática que te estoy dando —concluyó Armando—. “Escudríñame por dentro, no me golpees”, has de cuenta, es como le digo a un oficial. Y ellos, más sin embargo (sic), me pegan, me golpean y me hacen cosas malas. O sea, ya estás mirando que yo ya estoy golpeado, ¿para qué me sigues pegando?
—Si, entiendo —dije yo, intentando ser empático.
—No. No, usted no me entiende —dijo con toda la seguridad del mundo.