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Desde 1990 se organizan cada dos años en Baja California los Premios Estatales de Literatura, organizados por la Secretaría de cultura. Estos galardonan los mejores trabajos de escritores nacidos o residentes en el Estado en diversas categorías. Originalmente se premiaba a los ganadores con un monto de 25 millones de pesos, y la publicación de la obra en cuestión.

El objetivo era incentivar la creación literaria del Estado, dar difusión a los escritores locales y descubrir nuevos talentos. Aunque este objetivo es muy bueno, con los años esta ceremonia se ha transformado en un evento anacrónico e irrelevante, que parece más un compromiso que una convicción y que está muy lejos de sus objetivos originales.

El premio tenía mucho sentido cuando surgió hace 32 años. En aquel entonces la publicación en papel era la única opción, aún no sufríamos la devaluación de 1994 y la literatura en el estado tenía pocas posibilidades de publicación.

Pero en 2022 la situación es muy distinta. Desde 1990 hasta la fecha la inflación acumulada es del 1408.58% según INEGI. Así que el premio, que en algún momento sonaba muy generoso, hoy en día representa una mínima fracción del valor original y no se ha incrementado en absoluto.

Recordemos que en 1992 se introdujeron en el país los «nuevos pesos», que implicaron una reducción de tres ceros en la moneda. Por lo que aquellos 25 millones de pesos quedaron transformados en 25 mil. Para comparación, en 1990 el tipo de cambio estaba aproximadamente en 3000 pesos por dólar (o tres pesos de hoy), y actualmente está alrededor de los 21. Por lo tanto, en 1990 el premio representaba $8000 dólares, pero hoy en día solo alrededor de $1200. Esto sin contar que el dólar también ha perdido el 50% de su valor desde entonces.

Por otra parte, el esquema de publicación y distribución de los premios es idéntico al de hace 32 años. Se diseñó para un mundo sin Internet, redes sociales, publicación digital o dispositivos móviles. La circulación de los ejemplares se limita a bibliotecas y ferias del libro. En ocasiones los interesados deben adquirirlos directamente en las oficinas de la secretaría. La difusión mediática es mínima y si alguien se entera de la existencia de estos libros es debido a una increíble pasión por la literatura bajacaliforniana o de milagro.

Otra iniciativa de la Secretaría de cultura, la colección literaria La Rumorosa, que es mucho más reciente y posee una distribución digital a la par de la distribución física (aunque también limitada). Pero debido a que la convocatoria de los premios prácticamente sigue intacta desde hace más de treinta años, los libros premiados en el concurso sin inaccesibles digitalmente de manera legítima. En redes sociales tampoco hay nada sobre los premios, los libros no se encuentran en tiendas digitales y buena suerte al consultar los pasados ganadores, ya que esa información está tan escondida que si hubieran querido hacerla confidencial no sería tan secreta.

Las comparaciones son odiosas, pero también muy ilustrativas. Si volteamos a ver a nuestros vecinos y comparamos al premio estatal de literatura de Baja California con otros premios del país la situación no se ve mucho mejor. Existen premios que van desde los 75 mil pesos, hasta los $500,000 como el Premio Xavier Villaurrutia o el Premio Bellas Artes de Poesía Aguascalientes (ambos del INBA).

Por otra parte, si comparamos lo que sucede en otras disciplinas como las artes plásticas, de nueva cuenta se nos presenta un panorama desfavorecedor. La Bienal plástica de Baja California ofrece 100 mil a sus ganadores, y la Trienal de Tijuana ofreció un millón de pesos apenas el año pasado.

Esto sin contar que en ediciones pasadas de los premios se han producido retrasos tanto en la publicación de los libros como en el anuncio de los ganadores, causados por diversos motivos pero que no abonan a la situación. La calidad de los libros impresos también se ha deteriorado, de forma que ahora las portadas y el tipo de papel se sienten más económicos.

Es triste ver cómo una iniciativa que podría incentivar la creatividad, motivar a nuevos talentos y lograr que los públicos ganen literatura que los haga sentir orgullosos de la producción estatal se ha transformado en una pieza de museo, un vestigio de otra época más inocente, y que hoy en día se cae a pedazos. Es una engorrosa rutina que sirve para incrementar los indicadores de la Secretaría de cultura, pero que impacta poco en el mundo literario. Espero de todo corazón que esta situación cambie pronto.

Este texto fue publicado originalmente en la revista cultural Palabra, el 31 de enero de 2022.