Lo que les contaré sucedió en 2009. Con tantos años de por medio me siento más cómodo para contarlo. En ese año todavía tocaba teclado en una banda de rock clásico, hoy he abandonado la música para escribir. Estuve en varias bandas, a decir verdad, pero casi ninguna prosperó y duraba poco dentro de ellas. Normalmente se desintegraban pronto por el ego o pereza de los integrantes. Pero en 2009 fui parte de un proyecto más duradero y donde tuvimos mejores resultados.
Normalmente ensayábamos los domingos en la Colonia Nueva de Mexicali. Durante uno de los ensayos, nuestra baterista (la única mujer de la banda) llevó un invitado que nadie conocía. Nos lo presentó como productor musical y él expresó su deseo de escucharnos. Eso era muy inusual y noté que algunos de mis compañeros se pusieron nerviosos.
Como contábamos con público, algo rarísimo durante los ensayos, decidimos interpretar una canción que nos salía muy, muy bien: Confortably numb de Pink Floyd. Esa era una de las canciones que yo nunca me cansaba de tocar. Terminando la canción, nuestro invitado estaba extático. Nos felicitó muchísimo, y comentó que “deberíamos salir más, ser más escuchados”. Eso, por supuesto, nos dio mucho gusto. Comentó que era manager de una nueva banda juvenil de muchachas como de 13 años. Comentó que en la industria había opciones musicales para niños y también para adolescentes de alrededor de 18 años, pero nada para ese rango de edad. Nos dejó sus datos y se fue pronto.
Le preguntamos a nuestra baterista quién era él, y agregó que lo conoció porque la banda juvenil tenía una baterista y ella le daba clases. Todas las muchachas tocaban sus propios instrumentos y recibían clases por parte de músicos porque eran principiantes. Aún así, algunas de las canciones ya sonaban en la radio local.
Poco tiempo después el manager me habló por el chat. Me invitó a ser músico de acompañamiento para su banda e irnos de gira por varias partes del país. Comentó que no sería un trabajo complicado ni demandante y que generaría buenas ganancias porque solo tocaría en eventos grandes. En aquel momento, además de la banda yo todavía estudiaba comunicación y daba clases en preparatoria. No estaba dispuesto a dejar nada de eso, así que rechacé la oferta.
Me ofreció, entonces, tocar en el disco de las muchachas, en las grabaciones de estudio. Le comenté que quizá no era la persona más adecuada, y le recomendé un amigo que era muy bueno en eso. En ese momento estaba yo rechazando toda invitación que no me dirigiera a mis objetivos del momento, además no me gustó su actitud tan mandona.
Tiempo después pregunté a mi amigo José, el tecladista que le recomendé, qué sucedió. Me dijo que no colaboraron por varias diferencias. En parte, porque tenía la idea de mezclar demasiados géneros musicales en una sola canción: electrónico, pop, rock y punk. A José tal idea le pareció una aberración que se autodestruiría. Además, chocaron porque ambos eran productores y querían tomar la batuta. Por esos y otros motivos la colaboración simplemente no funcionó.
Después me topé al manager en la preparatoria donde daba clase, lo cual me sorprendió muchísimo. Iba acompañado por alguien que yo no conocía. Le pregunté qué hacía ahí y me dijo: “Vine por un problema con una de las muchachas de la banda”. Ahí me enteré que una de ellas era estudiante de la prepa. Me dijo: “Tengo un DVD que le quiero enseñar a un compa. ¿No tienes dónde verlo?”. La petición era muy inusual y le dije que no. De nueva cuenta sentí que me estaba mandando en mi propio trabajo.
Poco después de que me despedí, una alumna de segundo semestre que nos vio platicar me preguntó si me llevaba con él. Le respondí que lo conocía, pero para nada éramos amigos. Me comentó que era muy acosador y que ya le había dicho cosas por el chat de que era muy bonita y no sé qué tantas cosas más. Le repetí que no lo conocía y no le tomé demasiada importancia.
Por estas fechas llegó la Serie del Caribe a Mexicali. La ciudad pavimentó sus calles, principales a toda prisa, los negocios renovaron sus fachadas y todo estaba listo para los partidos de béisbol en el estadio B’Air, comúnmente conocido como El nido de los Águilas. El manager le comentó a nuestra baterista que le concedieron una hora en un escenario para que tocara su banda, pero como no tenía tanto material preparado, tocarían tan sólo media hora y la otra media hora nos la daría a nosotros.
Era una oportunidad única de proyección internacional. Asistiría gente de muchas partes del país y de otros países también. Tendríamos un gran público cautivo, así que aceptamos de inmediato y nos pusimos a ensayar intensamente. Sería nuestro concierto más importante hasta el momento.
Todavía estábamos con mil dudas en los preparativos en la semana previa al concierto: ¿Por dónde entraríamos al terreno del estadio? ¿Tendríamos que cargar nosotros los instrumentos? ¿Habría soundcheck? Entre mil y una cosas. Pero recibimos un correo de la baterista avisando que se cancelaba el evento y que nos veíamos ese fin de semana en ensayo como de costumbre.
Por correo electrónico todos preguntamos cuál fue el problema y ella se rehusó a decirnos. Resignados, nos vimos las caras en el ensayo, perdiendo esa oportunidad tan valiosa. De hecho, ahora que lo recuerdo, todos llegamos puntuales, pero la baterista llegó tarde, dándonos tiempo a todos para especular sobre los motivos, y quejarnos amargamente de todo lo que se nos ocurría.
Al final llegó ella y sucedió el ritual de siempre. Normalmente estacionaba su auto enfrente de la casa, abría la puerta de atrás y sacaba las partes de su batería que luego armaba en su rincón. Esa vez la tensión fue palpable. Ella no decía nada, nosotros tampoco preguntábamos pero era evidente la pregunta en las mentes de todos.
Cuando a final le preguntamos: “¿Qué pasó?”, estaba reacia a comentar, pero a final de cuentas dijo que arrestaon a nuestro contacto, el manager, por “corrupción de menores” unos días antes de la presentación en la Serie del Caribe.
Hablamos poco más de eso, y el resto del ensayo transcurrió con normalidad. Sin embargo, al día siguiente las notas periodísticas sobre el caso me revelaron el resto de la historia. El tipo fue arrestado por abusar de las muchachitas y chantajearlas con sacarlas del grupo. Incluso las sacaba en horario de clase para eso. Una nota periodística lo llamó “El Sergio Andrade mexicalense”. Él achacó las acusaciones a desacuerdos de dinero, pero aún así terminó encarcelado.
Cuando preguntamos a nuestra baterista si notó algo raro durante los ensayos, replicó que absolutamente no, y que siempre había un padre de familia presente. Nunca lo dijo, pero ella obviamente estaba muy avergonzada de habérnoslo presentado e intentaba distanciarse de él, pero no fue su culpa.
Tiempo después, en una clase de comunicación, me enteré que la banda seguía con otro mánager, aunque no escuché más de ellas.
Y nosotros, aunque perdimos la mejor oportunidad de nuestra carrera musical, no nos quejamos demasiado al respecto. En parte por que es difícil argumentar en contra de la denuncia a un abusador sexual, pero también porque nadie de nosotros quería tener mayor asociación con ese tipo al enterarnos de lo sucedido.
No es una gran historia ni tiene un buen final, pero pasaron muchos años y nunca la había contado. Les dejo una de las notas periodísticas de aquel momento.
Acusan a representante musical
Un representante artístico fue detenido por agentes de la Policía Municipal al ser denunciado por jovencitas de un grupo juvenil por abuso sexual y amenazas, informó Luis Antonio Navarrete.
El subcomandante de la Policía Municipal relató que el martes a las 21:15 horas, se solicitó la presencia de agentes municipales en avenida Mecánicos y calle E, de la colonia Industrial.
En ese lugar se detuvo a José Juan Briseño, de 30 años, quien fue señalado por la madre de una menor por abuso sexual.
Navarrete comentó que al parecer el hombre, quien tiene un grupo juvenil de jovencitas entre 12 a 15 años, había cometido actos indebidos con las menores.
“Una de ellas dijo a su mamá que estaba cansada de ser hostigada por el hombre”, apuntó.
Indicó que al hablar con el resto de las adolescentes aceptaron haber sido abusadas por su representante musical, con la condición de permanecer en el grupo.
El acusado relató que todo lo hizo con consentimiento de las adolescentes.