Durante mi último semestre en Mexicali, un ojo se me enrojeció repentinamente. No me dolía, pero el extraño enrojecimiento duró suficientes días como para ser preocupante. Al despertar, mi ojo estaba sellado por lagañas. Cada mañana me veía en el espejo esperando alguna mejoría, pero nada. Mis conocidos me recomendaron esperar un par de días. Aseguraron que probablemente se me pasaría solo._x000D__x000D_
Una semana después no estaba dispuesto a seguir esperando. Tomé mi bicicleta y me encaminé al médico más cercano. El consultorio estaba en una farmacia similares. La consulta costaba treinta pesos._x000D_
_x000D_
Pasé con el médico y le expliqué la situación. Me preguntó si algún animal me había picado recientemente. Yo le respondí que no. El afirmó que posiblemente sucedió y ni cuenta me di. No revisó el ojo. Es más: ni siquiera me miró. Todavía estaba yo hablando cuando ya escribía la receta. Me dijo que en una semana estaría como nuevo. Confié en él estúpidamente. Compré las gotas que me recetó y pedaleé hasta mi casa._x000D_
_x000D_
Al aplicarlas a mi rojo glóbulo, disminuyó el enrojecimiento pero no se quitó del todo. Seguí viéndome diario en el espejo. La cosa se puso peor. Mi párpado estaba caído y mi ojo estaba ya entrecerrado. Parecía quasimodo. No era conjuntivitis, porque ya la había tenido y no sentía lo mismo._x000D_
_x000D_
Después de otra semana terminé el tratamiento pero el asunto seguía sin resolverse. ¡Sabía que ese médico no me revisó bien! ¿Por qué no confío más en mis instintos? Decidí pedir una segunda opinión, así que tomé mi bicicleta de nuevo y fui al segundo médico más cercano. Incidentalmente estaba justo enfrente, en una farmacia “La más barata”. No le hacían mucho honor a su nombre ya que la consulta médica costaba el doble: Sesenta pesos. “Pero bueno”, pensé, “es por mi salud”._x000D_
_x000D_
Llegué a la sala de espera y llené un formato sobre mi historial médico. Cuando entré al consultorio me topé de frente con el mismo médico que me había atendido antes. Me detuve un momento y él se me quedó viendo sorprendido, entendiendo la situación. “¿Cómo sigues?”, me preguntó contrariado. Le dije que peor y le mostré mi ojo casi cerrado._x000D_
_x000D_
En esta ocasión sí me revisó y hasta me tomó la presión sanguínea. Me recetó unas gotas más fuertes y me dijo: “Con esto ahora sí se te va a quitar”. Simplemente sentí que me recetó algo más fuerte, gotas con mayor potencia para comprobar su teoría. Porque repitió que seguramente me picó algún animal en la noche._x000D_
_x000D_
Pagué la consulta, ignoré su receta y pedaleé hasta otro médico, en otra farmacia similares. Sí, ya sé. Para ese punto debí aprender que las farmacias similares y conexas no resolverían mi problema pero andaba de terco y de codo._x000D_
_x000D_
El médico que me atendió en esta ocasión era relativamente joven y me revisó bien. También me tomo la presión pero no sé para qué. Me recetó unas gotas diferentes y una crema para el ojo. La idea me horrorizó en cuanto la mencionó. ¿Ponerme crema en el ojo? ¿Cómo? Es antinatural. “Pero bueno”, pensé, “es por mi salud”._x000D_
_x000D_
En el trabajo un compañero me asesoró en lo de ponerme la crema. A él le tocó hacer algo parecido por un problema que tuvo. De hecho, seguía poniéndose lágrimas artificiales porque se le resecaban los ojos. Me dijo que la manera más fácil de encremarme los ojos era colocar un poco de crema en el párpado de abajo y luego parpadear. Poco a poco aprendí a hacerlo._x000D_
_x000D_
Después de otra semana de tratamiento, el enrojecimiento bajó. Con los días desapareció por completo y mi ojo se abrió de nuevo. Me sentí renacer. Pero cuando terminé las dosis prescritas por el médico y dejé de ponerme las gotas y la crema, todo volvió a ponerse igual y hasta empeoró: Ahora tenía los dos ojos rojos. La gente me preguntaba qué me sucedía. Parecía Popeye, porque uno ojo estaba más cerrado que el otro. Hasta le pregunté a la doctora de la escuela donde trabajaba si podía ayudarme. Me observó poco convencida y recomendó gotas de manzanilla y compresas sobre el ojo. No me sirvieron para nada, por cierto._x000D_
_x000D_
Serían necesarias medidas más drásticas para resolver esto. Yo creo que ya habían pasado cuando menos dos meses con mi problema._x000D_
_x000D_
Busqué oftalmólogos en el directorio telefónico. Hice cita con uno, pero me costaría como seiscientos pesos la consulta. Ni modo, debí ir con él desde el principio._x000D_
_x000D_
Fui saliendo del trabajo y en la sala de espera había casi puros viejitos a punto de quedarse ciegos. Pasé con el oftalmólogo, un señor muy buena onda. Le platiqué mi odisea con los médicos y me dijo con una confianza contagiosa: “No te preocupes, te aliviarás en un dos por tres”._x000D_
_x000D_
Me hizo pruebas más exhaustivas. Me preguntó si tenía alguna alergia. Respondí que no, que nunca había tenido ninguna. Replicó que quizá ya estaba llegando a la edad de los “nuncas”: “Nunca había tenido alergia, nunca me había pasado esto…” (Muy original comentario, por cierto). Me puso varias gotas en los ojos. Unas eran para dormirlos, otras para dilatar la pupila y otras más quién sabe para qué. Me echó luces mientras me veía a través de un visor. Me recetó otra crema y otras gotas como si nada. El chiste me salió carísimo. Pero bueno, ya saben lo que pensé: “Es por mi salud”._x000D_
_x000D_
Terminando la consulta incluso me preguntó si no estaba interesado en operarme los ojos. Que dejaría de necesitar los lentes y que no había riesgo de nada. Le comenté que lo pensaría._x000D_
_x000D_
Para este punto me convertí en todo un experto en ponerme crema, gotas e incluso tocar mis ojos sin siquiera parpadear. Ni sentía nada ya. La buena noticia fue que la medicina funcionó. Pero en cuando dejé de ponérmela, ¿adivinen qué? Mi ojo se puso rojo de nuevo. ¡Esto era el colmo!_x000D_
_x000D_
Sin intenciones de rendirme, fui con un oftalmólogo más. Me lo recomendaron en el trabajo, el mismo compañero de las lágrimas artificiales._x000D_
_x000D_
Este médico fue el primero en sincerarse y admitir que no sabía lo que era. Como era de esperarse me recetó otra crema y otras gotas. Por algún motivo le tomé foto a la receta, creo que para guardarla en mi computadora y recordar cuándo me tocaban. Todos los médicos me recetaban gotas diferentes. Creo que usé todas las medicinas disponibles en el mercado. Aún tengo algunos de los botecitos por aquí guardados._x000D_
_x000D_
A fin de cuentas: ¿cómo se resolvió el asunto? Me mudé a Ensenada. Varias cosas se purificaron al llegar acá. Una de ellas fue mi ojo. Se me quitó el enrojecimiento poco a poco hasta que volvió a la normalidad. Mi ojo se abrió del todo y la situación pasó. Nunca me dolió, pero era sumamente molesto._x000D_
_x000D_
Hasta la fecha no sé que me pasó. ¿Contaminación? ¿Estrés? ¿Clima adverso? ¿Alergia? No tengo la menor idea. Sólo sé que tiré como más de tres mil pesos a la basura, o algo así. Yo pensaba que acudí a todos esos médicos y compré todos los medicamentos por mi salud, pero ahora veo que lo hice por que soy un vil neurótico.