El sábado 7 de noviembre se estrenaron en Ensenada varias piezas de música cuyo objetivo fue romper las reglas. Al entrar a la sala “Ernesto Rosas Montoya” de la Facultad de Artes de la UABC, la imagen era conocida: Músicos vestidos de negro sentados frente a atriles. Violines, viola, percusiones, trompeta, piano y otros instrumentos de orquesta también se encontraban presentes.Pero las convenciones fueron rotas muy pronto. Los asistentes nos sentamos alrededor de la orquesta, de manera que los rodeamos en todo momento. El flautista Wilfrido Terrazas, quien participó como solita, y el director Álvaro Díaz, explicaron al inicio del concierto que se estrenarían tres piezas de compositores contemporáneos. Dos de ellos se encontraban entre el público.
Todas involucraron participación activa por parte de los músicos. Ninguna interpretación será igual a las demás. En la mayor parte de ellas, ni siquiera tenían partituras enfrente.
Form and content (2015) de Josué Amador, se basó en la improvisación. Tanto del solista como del director y los mismos músicos. La música no está determinada por la partitura, más bien por los impulsos instantánteos de cada uno de los participantes.
En Some kind of piece (2015) de Emmanuel Uribe, el director asumió también el rol de soundpainter, dando instrucciones gestuales a los músicos sobre lo que debían interpretar. Los músicos interactuaron entre sí y las decisiones musicales no solo fueron del compositor, si no de todos en conjunto. Ésta fue la constante en este concierto.
En la pieza Tukxa ja smodo ja jujune (2015) de Fernando Lomelí, cada músico recibió una tarjeta con instrucciones. Éstas podían ser: “Haz lo que quieras” o “Cita material conocido”. En base a esta frase, cada uno interpretaba lo que quería decir. El resultado fueron sonidos discordantes y ruido organizado. Una instrucción que en lo particular llamó mi atención fue “Hackea tu instrumento”. Al toparse de ella, el pianista (Esteban Lagarde) manipuló las cuerdas del piano con la mano y el percusionista (Miguel Cuevas) tocó un serrucho con un arco de chelo. Cada músico encontró una manera diferente de generar sonido con su instrumento.
El concierto cerró con Estudios espectrales I (2010) de Édgar Guzmán. En ésta, el compositor grabó piezas conocidas, y posteriormente hizo un análisis de espectro sonoro. Éste análisis se imprimió y fue lo que se interpretó.
Durante siglos vivimos el autoritarismo de la determinación y lo predefinido. Esta música rompe esquemas, se crea al momento. No es música con partitura, es música con instructivo. Cada participante de la Orquesta de Cámara de Ensenada aportaron su sensibilidad y pericia para crear un todo sonoro, una experiencia inusual. Debe aplaudirse su esfuerzo y talento.
Ésta es música que hace sentir, cuestiona y sacude. Aunque experimentos como éste existen desde hace décadas, todavía es raro verlos en esta ciudad y mucho menos llegan a los medios como convencionales como la radio.
Hacer un disco con estas piezas sería absurdo, ya que se perdería el aspecto espontáneo. En un mundo de reciclaje, donde los recursos musicales refritos y manoseados ya no nos hacen sentir nada, la música que causa una reacción visceral es un ave rara.
[La fotografía fue tomada por Jaime Brambila. Esta reseña fue publicada en El suplemento Palabra del diario El Vigía el domingo 15 de noviembre de 2015.]