Ésta es una película que está gritando constantemente que es diferente. Distinguirse del resto no es nada malo, pero cuando la exclamación es constante, exagerada y forzada, termina molestando. Esta película satura: Es demasiado hipster. Demasiado. Desde los créditos iniciales que están dibujados como en Juno. Eso termina destruyéndola.
Vamos por partes: Max amaba a Mónica. Pero ya no. No sabe cómo decirle. Cuando lo intenta, todo sale mal y ella piensa que le propuso matrimonio. Él contrata una empresa que promete hacer el trabajo sucio, y ayudarlo a cortar sin que él meta mano. Las cosas no salen bien.
La trama tiene algunos giros, pero sin importancia real. En este, su primer largometraje, Luis Javier M. Henaine no apostó por una historia interesante. Le apostó a algo muy diferente: La dirección de arte.
Lo único que rescata a la película de no ser completamente olvidable es el decorado y el vestuario. Es la película más hipster que he visto en mi vida. ¡Todo es retro! Los teléfonos son de disco, todavía utilizan VHS y álbumes de vinyl. Las cámaras son todas análogas y muy antiguas, por cierto. La ropa parece vintage. Los personajes visitan diners de los años cincuenta. Los tapices, los muebles, el decorado. Todo es retro, hipster, vintage. Todo, todo, todo.
Después de un rato, uno se asquea.
No sólo eso. Los personajes son mareadores también. Ninguno de ellos tiene problemas reales. El mayor problema de Max es que no sabe cómo decirle a su novia inmadura que ya no quiere andar con ella. Aparentemente para nadie es un problema el dinero. Obviamente viven en México, pero si le creemos a la película, el país de primer mundo y está lleno de lugares cool para ir a comer, donde los cines todavía pasan películas de Stanley Kubrick y Woody Allen.
Hay cosas positivas: La fotografía es muy buena. Hay escenas que son francamente simpáticas y tienen algo de gracia.
Pero las actuaciones son guangas e inverosímiles. Están casi bien logradas, pero les falta. Las escenas de sexo son sumamente incómodas. Se siente la tensión de los actores en todo momento.
Pero, como mencioné, algo que terminó irritándome es que todo es en exceso hipster. Me causó la misma repulsión de ver a alguien con bufanda en verano, pantalones de tubito, lentes de pasta, converse y sombrerito: Mamadas. Pretextos para sentirse original, cool, único.
No me molesta lo retro. En dosis moderadas es muy saludable. Recordemos por ejemplo la película Eternal sunshine of the spotless mind (2004). En ella los personajes usan cassetes y algunos dispositivos que aparecen ahí son totalmente anacrónicos. Pero son tan solo unos cuantos, la película no depende de ellos.
Aún así, me gustaría que este director siguiera haciendo más películas. Quizá con un mejor guión saldrá algo rescatable. Su debut es un compendio de lo hipster, pero sin el sarcasmo.