Mucha gente aún está en shock por la victoria aplastante de Donald Trump, y aún siguen sin comprender cómo pudo suceder algo así. Por mi parte, no estoy tan sorprendido, pero hay que aclarar que soy un pesimista. Sin duda esta victoria traerá muchas consecuencias negativas, sobre todo para derechos de la mujer, habitantes indocumentados, medio ambiente, educación norteamericana y en general para la clase trabajadora. Quizá volvamos a ver a niños en jaulas, como ya sucedió en su periodo y podemos esperar un periodo lleno de corrupción, venganza y odio en Estados Unidos.
Trump es un criminal convicto, abusador de mujeres, racista, ignorante, prejuicioso y entre sus defectos menores está el ser grosero. Aún así, el pueblo norteamericano lo eligió por una gran mayoría. Ganó no solo el colegio electoral, también el voto popular en todos los demográficos. ¿Y saben? Desde mi punto de vista es refrescante que por fin Estados Unidos se haya quitado la máscara.
Durante muchos años Estados Unidos fue admirado por su economía, ciencia, tecnología, educación y seguridad. Muchos de sus logros del siglo XX son indiscutibles. Claro, esto siempre fue la fachada respetable de muchas políticas y actividades se mantenían en la sombra, como el racismo, las guerras, la discriminación y muchas otras cosas que también los hacían odiados alrededor del mundo. Pero siempre se entremezclaba esta admiración junto con este desprecio. Todo imperio, por más malévolo, siempre tiene una fachada de bondad. El imperio romano no decía descaradamente que tenía dominadas todas las provincias, decían que les ofrecían “protección” y mantenían el orden. Estados Unidos podía justificar su intervencionismo en política global porque presumían una democracia funcional, un aparente orden y una sensación de progreso. Los países intentaban copiar muchas de sus políticas para parecerse un poco a este gran país, la primera democracia.
Hoy en día la situación es muy diferente. Esa admiración de antaño se ha deteriorado. Hay tantos tiroteos en las escuelas que ya ni siquiera son noticia. La desigualdad económica ha creado clases sociales que se sienten totalmente desamparadas. El sistema de salud está totalmente roto, su educación ha decaído muchísimo y el acceso a nivel superior es complicado. Poco a poco han perdido sus liderazgos en ciencia, tecnología, artes… Es mucho más difícil hoy en día decirse a sí mismos que son el número uno, que son la admiración del mundo y que son los buenos de la película. La justificación del intervencionismo se desgasta, cada vez volteamos a otros lugares en busca de modelos a seguir.
El país está tan dividido que difícilmente presentan un frente común a sus problemas, de manera que se mira muy complicado resolverlos cuando la población y los políticos no se ponen de acuerdo sobre qué es real y qué no. En un pasado, las discusiones giraban en torno a cómo resolver los problemas del país, y por supuesto que había diferentes respuestas contradictorias entre las diferentes facciones políticas. Hoy en día las discusiones giran en torno a qué lo real. Esa es un punto de partida complicado para encontrar acuerdos.
Trump vino a acelerar la caída del imperio norteamericano a un grado vertiginoso. Logró que gran parte de la población dude del FBI, de la suprema corte, de los medios masivos de comunicación, y en general de todo el gobierno. Se salió de tratados internacionales, ha bloqueado el desarrollo de la ciencia, la educación y busca el aislacionismo del país. Si una potencia extranjera quisiera mermar el poderío de Estados Unidos, no podría hacerlo mejor. Es un proceso fascinante de observar.
Esto me recuerda mucho a cómo decayó la ciencia arábiga. Los países árabes tuvieron un periodo de esplendor que coincidió en gran medida con la edad media europea, donde la iglesia católica frenó el desarrollo científico e interrumpió las corrientes filosóficas que venían desde la antigua Grecia y el Imperio Romano. Fueron los árabes, durante este periodo, los que continuaron con el desarrollo de las matemáticas, la literatura, la filosofía, la astronomía y muchos otros conocimientos por los cuales todavía estamos en deuda, a la vez que lograban conquistas militares e invadían reinos europeos. ¿Cómo se terminó? De manera muy abrupta, cuando Al-Ghazali escribió en contra de la razón, y acusó al mundo islámico de abandonar la fe en contra de la razón.
Y así, de unos cuantos plumazos, el esplendor científico del mundo arábigo terminó. Creo que estamos viendo un proceso similar en Estados Unidos.
Ahora, con la reelección de Donald Trump, el país se ha quitado al fin la máscara. Ya no hay una pretensión de que importa la ley, la justicia, la igualdad, ni siquiera la libertad. Esos son valores del pasado, que nunca fueron tan puros como se afirmaba, pero cuando menos en discurso estaban ahí. Ahora ni eso: se nos muestra sin filtro quiénes son en realidad. Se pudo argumentar que en el primer periodo de Trump, los norteamericanos no sabían bien a quién estaban eligiendo, hoy no hay pretexto.
Si eres norteamericano y no estás de acuerdo con esto, puedo entenderlo, y quizá no pienses así como lo planteo, pero lamentablemente eres de la minoría. Lo más positivo de esta reelección es que, colectivamente, Estados Unidos no pueden mentirse a sí mismos, mucho menos al resto del mundo.