El siete de septiembre de 2011 publiqué en mi antiguo blog una descripción de todo lo que veía de camino al trabajo. En ese entonces estudiaba la maestría en estudios socioculturales me encontraba haciendo etnografía por primera vez. En un esfuerzo por registrar una realidad cotidiana de mi propia vida, hice este escrito que republico aquí. No está particularmente bien escrito, ni siquiera bien explicado, sólo registré lo primero que vino a mi mente. Al releerlo puedo revivir los detalles que había olvidado, la desesperación de encontrar mucha fila para Estados Unidos que me retrasaría. La fotografía es el lugar donde se ponía una carretita de tacos llamada el Pac-Man, en Pueblo Nuevo. Cuando yo pasaba por ahí en las mañanas nunca estaba. Desentierro este escrito por que pronto planeo hacer lo mismo, pero ahora en mi contexto ensenadense y con más cuidado en mi redacción.
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De camino al trabajo normalmente tomo la avenida Colón. Es una avenida inusualmente recta y plana, de un solo sentido. Viaja paralela a la línea fronteriza. A través del cerco se atisban algunos campos de cultivo del condado Imperial y las casas más externas de Caléxico. A intervalos regulares se encuentran las camionetas de la migra. Los primeros metros de Estados Unidos, desde el cerco hacia allá dentro, son de pura tierra aplanada. Los camiones de la migra la aplanan regularmente. Supongo que para ver las huellas de cualquier persona que quiera cruzarse. Por el trayecto por donde yo paso, la avenida Colón tiene únicamente un alto. Todo lo demás puede recorrerse sin obstáculos y a toda velocidad si te quieres arriesgar a una multa.
Normalmente veo cuánta fila hay para cruzar al otro lado. Si hay demasiada, me puede estorbar para mi camino porque invade gran parte de la avenida. A la hora que entro al trabajo no hay mucha, aunque hace poco me tocó ver una fila exagerada. Dejo atrás la fila metiéndome por el carril de extrema izquierda. Hay un momento en donde uno debe decidir si entrar en la fila o salirse por el carril que normalmente yo tomo, porque hay un muro de contención que lo evita más adelante. Cuando uno pasa más allá de cierto punto, ya no hay salida de la fila, el muro lo impide. Así que es importante prestar atención, puede uno perder toda la tarde por un simple error (en Tijuana es peor). Cuando era niño había varias posibles salidas, pero supongo que por motivos de seguridad se han eliminado.
También agarrar ese carril tiene su chiste. Hay una fila especial para cruzar al otro lado que se llama “sentri”. Para obtener pase por ahí hay que pasar por una serie de trámites y pagar una cuota. Casi nunca está llena por que poca gente pasa por ahí, el objetivo es que sea más rápida que la fila normal. Pero a veces se satura, y llega a tapar el carril por el que normalmente voy al trabajo. En ese caso también se puede perder fácil una media hora haciendo fila sin deberla ni temerla, así que debo fijarme desde lejos si es el caso para tomar rutas alternas de ser necesario.
Paso por un lado de las oficinas de correo, la casa de la cultura, el parque héroes de Chapultepec y la Casona (un table-dance). El carril está sumamente deteriorado y tiene muchos baches. Además, es muy angosto y los vendedores ambulantes se atraviesan muchas veces sin cuidado. Es desesperantemente lento. A veces fantaseo con tener el poder del departamento de tránsito, y ver cómo resolvería esa situación. No encuentro la solución, hay de dos sopas: O reducir el parque o reducir el espacio de la fila. Quién sabe si eso suceda en un futuro cercano. El cerco de la frontera es seguro que no se moverá.
Cuando paso el carril de la “sentri”, sigue otro carril angosto que da una vuelta que desemboca en el Hotel del Norte. Ese crucero también es desesperante y claustrofóbico por que mucha gente lo utiliza para subir y bajar estudiantes de Caléxico o para recoger a alguna persona que viene del otro lado. Tapan toda la pasada y la policía a veces ni puede entrar para quitarlos o multarlos. Se estacionan bloqueando todo y no les importa la gente que lleva prisa como yo. Además, los peatones ignoran olímpicamente el semáforo y se cruzan cuando está en verde para mí. Es como una carrera de obstáculos.
Logro pasar ese semáforo y después hay unos bares “turísticos”, donde era el cabaret el Tecolote. Es una calle de un sentido, completamente deteriorada. Al fondo me topo con el hotel del migrante deportado. Doy vuelta a la derecha y bajo por el puente del río Nuevo hacia Pueblo Nuevo. Doy vuelta a la izquierda y avanzo por la primera calle. Paso por hoteles y edificios abandonados desde hace mucho, incluyendo uno que se cayó espontáneamente hace poco y los tacos el Pac-Man. Doy vuelta en un semáforo y cruzo pueblo nuevo. Paso por una iglesia y negocios con un estilo cincuentero, incluyendo un negocio de fotografía que siempre me ha intrigado, de nombre “Foto-Mex”. Cuando paso por todos estos lugares siempre siento nostalgia por el viejo Mexicali.
Llego a otro semáforo, donde está otro edificio abandonado: El mercado del ahorro. Es la calle once. Sigo derecho pasando por bares, panaderías, cafés internet, tiendas de segunda, pizzerías, la arena coliseo, farmacias, parques, policías y gimnasios. Paso por el mercado Ley y la solo un precio, por Oxxos y gasolineras. También por un pickup que vende fruta, normalmente sandías.
Llego al cuartel militar, y enfrente se encuentra el COBACH Baja. Entro al estacionamiento.
Hace poco estaba pensando que no comprendo las ciudades sin frontera. Así como a aquellos que crecen en ciudades con mar le cuesta trabajo comprender una ciudad sin mar. Para mi la frontera es mi brújula.